miércoles, 24 de octubre de 2012

LITERATURA POST-GUERRA O CONTEMPORANEA

LITERATURA POST-GUERRA O CONTEMPORÁNEA


La Guerra Civil sumió al país en una grave depresión económica, política y cultural, de la que se fue recuperando con dificultad. Los años comprendidos entre el final de la guerra (1939) y la muerte de Franco (1975) constituyeron una etapa de búsqueda en la que sucesivas generaciones de novelistas, poetas y dramaturgos configuraron un particular paisaje literario, caracterizado por la vacilación entre el esteticismo y la denuncia social.

Cronología

Años cuarenta

La Segunda Guerra Mundial acabó con la victoria aliada sobre Alemania e Italia, lo cual dejó a España totalmente aislada. Los escritores quedaron al margen de la literatura que se hacía más allá de nuestras fronteras.
La escasa literatura de estos primeros años de posguerra oscila entre el esteticismo, que ignora la realidad circundante, y la expresión de la angustia y desarraigo que la guerra ha creado.
En la entrevista que mantuvieron en Hendaya Adolf Hitler y Francisco Franco, el 23 de octubre de 1940, se decidió que España no participaría en la Segunda Guerra Mundial.

Años cincuenta

Empezó a abrirse al exterior (en 1955, se integró en la ONU). El reconocimiento internacional del franquismo se tradujo en mejoras económicas y en la comunicación con el exterior.
En literatura empezaron a tomar importancia los temas de crítica social. El resultado fue una nueva versión del realismo, tendente a la denuncia de la opresión y la injusticia.

Años sesenta

Con el desarrollo económico el franquismo se consolidó, a la vez que la oposición al régimen se hizo más sistemática.
En literatura, el experimentalismo vuelve a imponerse una vez agotado el realismo social.

De 1970 a 1975

En los últimos años del franquismo se confirmó la apertura al exterior. El país se sitúa entre los más industrializados gracias a las inversiones extranjeras y al turismo.
El eclecticismo derivado de la llegada de materiales extranjeros gracias a la apertura de la censura se resolvió finalmente con una vuelta a lo clásico.

La literatura del exilio

Los escritores del exilio siguieron escribiendo en los países elegidos como residencia, tomando como tema el canto a España, motivo de su nostalgia.

La poesía

Juan Ramón Jiménez (ver t33) y la mayoría de los poetas de la generación del 27 (ver t35 y 37), dispersos ahora por distintos países, prosiguen cada uno sus propios caminos poéticos.

Los novelistas

Las obras de los novelistas del exilio apenas fueron conocidas a causa de la censura. Se trata, pues, de una corriente literaria que evoluciona de una manera autónoma y paralela respecto a la narrativa que se va desarrollando en España.

Ramón J. Sender (1902-1082)

Es el autor más representativo de la novela en el exilio. Su obra, caracterizada por el compromiso ideológico y por el uso de una personal técnica realista, es muy extensa y variada.
Comenzó su carrera novelística en los años treinta, con títulos como Imán (1930), Siete domingos rojos (1932) o Mr.Witt en el cantón, premio Nacional de Literatura de 1935.
En el exilio escribió decenas de novelas en torno a tres grandes temas: la evocación autobiográfica (Crónica del alba, 1942), la Guerra Civil(Réquiem por un campesino español, 1953, que es su obra maestra) y la América española (Epitalamio del Prieto Trinidad, 1942).
Ramón J. Sender

Francisco Ayala (1906)

Antes de la guerra participó en los movimientos vanguardistas de los años veinte, con una narrativa deshumanizada y experimental.
Ya en el exilio, publicó dos colecciones de relatos breves, Los usurpadores (1948) y La cabeza del cordero (1949), ambientados en diversos momentos de la historia de España.
Son importantes también dos novelas que analizan críticamente una ficticia dictadura hispanoamericana: Muertes de perro(1958) y El fondo del vaso (1962).
A lo largo de toda su obra, Ayala ha mostrado un especial cuidado por el estilo y el lenguaje.
Francisco Ayala recibió el premio Cervantes en 1991.

Rosa Chacel (1898-1995)

También siguió las tendencias deshumanizadoras y vanguardistas en sus primeras obras.
En el exilio publicó unas cuantas novelas realistas, de estilo muy cuidado y ritmo lento. No tratan de temas sociales, ni siquiera de la Guerra Civil, sino que se centran en el minucioso análisis psicológico de los personajes femeninos.
Destacan: Teresa (1941), basada en la vida de la amante de Espronceda, y Memorias de Leticia Valle (1946), que narra el despertar amoroso de una adolescente.

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