Monarquía romana
La monarquía romana (en latín, Regnum Romanum) fue la primera forma política de gobierno de la ciudad estado de Roma, desde el momento legendario de su fundación el 21 de abril del 753 a. C., hasta el final de la monarquía en el 509 a. C., cuando el último rey, Tarquinio el Soberbio, fue expulsado, instaurándose la República romana.
Los orígenes de la monarquía son imprecisos, si bien parece claro que fue la primera forma de gobierno de la ciudad, un dato que parece confirmar la arqueología y la lingüística. La mitología romana vincula el origen de Roma y de la institución monárquica al héroe troyano Eneas, quien, huyendo de la destrucción de su ciudad, navegó hacia el Mediterráneo occidental hasta llegar a Italia. Allí fundó la ciudad de Lavinio, y posteriormente su hijo Ascanio fundaría Alba Longa, de cuya familia real descenderían los gemelos Rómulo y Remo, los fundadores de Roma.
Nacimiento de Roma
El origen de la ciudad de Roma puede situarse especialmente cerca del monte Palatino, junto al río Tíber, en un punto en el cual existía un vado natural que permitía su cruce, siendo además navegable desde el mar (ubicado a 25 km
río abajo) únicamente hasta esa posición. En ese punto el río discurría
entre varias colinas excavadas por su cauce, aisladas entre sí por
valles que el Tíber inundaba en sus crecidas, lo que convertía la zona
en pantanosa, y por lo que la población de agricultores y ganaderos fue en su origen muy reducida.1
Este punto estratégico presentaba una ubicación fácil de defender
respecto a la amplia llanura fértil que rodeaba el lugar, protegido como
estaba por el Palatino y las otras colinas que lo rodeaban, siendo
además un cruce destacado en las rutas comerciales del Lacio central, y entre Etruria y Campania. Todos estos factores fueron los que a la larga contribuyeron al éxito y a la fortaleza de la ciudad.
El origen étnico de la ciudad hay que remontarlo a la fusión de las tribus latinas de la aldea del Germal (Roma quadrata) con los sabinos del Viminal y el Quirinal, creando así la Liga de Septimontium o Septimoncial (Liga de los siete montes), una confederación religiosa pre-urbana de clara influencia etrusca, el poder hegemónico de Italia en esta época. El nombre de la ciudad podría remontarse hasta la gens etrusca Ruma, si bien existen otras teorías al respecto.
Problemática histórica de la monarquía romana
Las crónicas tradicionales de la historia romana, que han llegado hasta la actualidad a través de autores clásicos como Tito Livio, Plutarco, Virgilio, Dionisio de Halicarnaso
y otros, cuentan que en los primeros siglos de la vida de Roma hubo una
sucesión de siete reyes. La cronología tradicional, narrada por Varrón,
arroja la cifra de 243 años de duración total para estos reinados, es
decir, un promedio de 35 años por reinado (mucho mayor que el de
cualquier dinastía documentada), aunque ha sido desestimada actualmente,
desde los trabajos de Barthold Georg Niebuhr. Los galos, liderados por Breno, saquearon Roma tras su victoria en la batalla de Alia en el 390 a. C. (Polibio da la fecha del 387 a. C.),
de forma que todos los registros históricos de la ciudad resultaron
destruidos, incluyendo aquellos de las fases más antiguas, por lo que
las fuentes posteriores han de tomarse con cautela.2
Las crónicas tradicionales analizan las evidencias arqueológicas de los
inicios de Roma, que no obstante coinciden en señalar su poblamiento a
mediados del siglo VIII a. C.
En algún momento desconocido de la etapa monárquica de su historia,
Roma cayó bajo el control de los reyes etruscos. Los reinados de los
primeros monarcas son bastante sospechosos, debido a la larga duración
media de los mismos y al hecho añadido de que algunos parecen estar
redondeados en torno a los 40 años de duración. Este curioso dato, que
incluso destaca más comparado con los reinados de la actualidad en que
la esperanza de vida
es mayor, quedaba explicado en las tradiciones romanas debido a que la
mayoría de los reyes habían sido cuñados de su predecesor. No obstante,
es más probable que tan sólo los últimos reyes de esta etapa pudieran
haber existido realmente, mientras que no quedan evidencias históricas
referentes a los primeros reyes de Roma.
Theodor Mommsen incluso pone en duda el dominio etrusco: según éste,3
es poco probable que Roma estuviese nunca controlada por reyes
etruscos, sino que en todo caso se trataría de alguna familia de origen
etrusco que accedió a la realeza, pero sin que ello supusiera que Roma o
las ciudades de la liga latina pasaran a formar parte del dominio
etrusco. Esta hipótesis, cuya única base es la leyenda, resulta muy
difícil de justificar según los datos de la filología y la arqueología.
Características de la monarquía romana
Antes de su etapa republicana, Roma fue una monarquía gobernada por reyes (en latín, rex, pl. reges).
Todos los reyes, excepto Rómulo (por haber sido el fundador de la
ciudad), fueron elegidos por la gente de Roma para gobernar de forma
vitalicia, y ninguno de ellos usó la fuerza militar para acceder al
trono. Aunque no hay referencias sobre la línea hereditaria de los
primeros cuatro reyes, a partir del quinto rey, Tarquinio Prisco,
la línea de sucesión fluía a través de las mujeres de la realeza. En
consecuencia, los historiadores antiguos afirman que el rey era elegido
por sus virtudes y no por su descendencia.
Los historiadores clásicos de Roma hacen difícil la determinación de
los poderes del rey, ya que refieren que el monarca posee los mismos
poderes de los cónsules.
Algunos escritores modernos creen que el poder supremo de Roma residía
en las manos del pueblo, y el rey sólo era la cabeza ejecutiva del Senado romano, aunque otros creen que el rey poseía los poderes de soberanía y el Senado tenía correcciones menores sobre sus poderes.
Lo que se conoce con certeza es que sólo el rey poseía el derecho de auspicium, la capacidad para interpretar los designios de los dioses en nombre de Roma como el jefe de augures,
de forma que ningún negocio público podía realizarse sin la voluntad de
los dioses, dada a conocer mediante los auspicios. El rey era por tanto
reconocido por el pueblo como la cabeza de la religión nacional, el
jefe ejecutivo religioso y el mediador ante los dioses, por lo cual era
reverenciado con temor religioso. Tenía el poder de controlar el calendario romano,
dirigir las ceremonias y designar a los cargos religiosos menores. Fue
Rómulo quien instituyó el cuerpo de augures, siendo él mismo reconocido
como el más destacado entre todos ellos, de la misma forma que Numa Pompilio instituyó los pontífices, atribuyéndosele la creación del dogma religioso de Roma.
Más allá de su autoridad religiosa, el rey era investido con la autoridad militar y judicial suprema mediante el uso del imperium. El imperium del rey era vitalicio y siempre lo protegía de ser llevado a juicio por sus acciones. Al ser el único dueño del imperium de Roma en esta época, el rey poseía autoridad militar indiscutible como comandante en jefe de todas las legiones romanas. De la misma forma, las leyes que salvaguardaban a los ciudadanos de los abusos cometidos por los magistrados con imperium aún no existían durante la etapa monárquica.
El imperium del rey le otorgaba tanto poderes militares como
la capacidad de emitir juicios legales en todos los casos, al ser el
jefe judicial de Roma. Aunque podía designar pontífices para que
actuasen como jueces menores en algunos casos, sólo él tenía la
autoridad suprema en todos los casos expuestos ante él, tanto civiles
como criminales, tanto en tiempo de guerra como de paz. Un consejo
asistía al rey durante todos los juicios, aunque sin poder efectivo para
controlar las decisiones del monarca. Mientras algunos autores
sostenían que no había apelación posible a las decisiones del rey, otros
opinaban que cualquier propuesta de apelación podía ser llevada ante el
rey por un patricio, mediante la reunión de la Asamblea de la Curia.
Otro de los poderes del rey era la capacidad para designar o nombrar cargos u oficios, entre ellos el de tribunus celerum que ejercía tanto de tribuno de los Ramnes (romanos), como de comandante de la guardia personal del rey, un cargo equiparable al de prefecto del pretorio existente durante el Imperio romano.
Este cargo era el segundo al mando tras el propio monarca, y poseía la
potestad de convocar la Asamblea de la Curia y dictar leyes sobre ella.
El tribunus celerum debía abandonar su mandato a la muerte del monarca.
Otro cargo designado por el rey era el prefecto urbano,
que actuaba como el guardián de la ciudad. Cuando el rey se hallaba
ausente de Roma, este cargo recibía todos los poderes y capacidades del
rey, hasta el punto de acaparar el imperium mientras se hallase
dentro de la ciudad. Otro privilegio exclusivo del rey era el de
designar a los patricios para que actuasen como senadores en el Senado.
Bajo el gobierno de los reyes, el Senado y la Asamblea de la Curia
tenían en verdad poco poder y autoridad. No eran instituciones
independientes, en el sentido de que sólo podían reunirse, y de forma
conjunta, por orden del rey, y sólo podían discutir los asuntos de
estado que el rey había expuesto previamente. Mientras que la Asamblea
curiada tenía al menos el poder de aprobar leyes cuando el rey así lo
concedía, el Senado era tan sólo un consejo de honor del rey. Podía
aconsejar al rey sobre sus actos, pero no imponerle sus opiniones. La
única ocasión en que el rey debía contar expresamente con la aprobación
del Senado era en caso de declarar la guerra a una nación extranjera.
Las insignias y honores de los reyes de Roma consistían en 12 lictores portando las fasces que contenían hachas, el derecho a sentarse sobre la silla curul, la Toga Picta púrpura, calzado rojo, y diadema plateada sobre la cabeza. De todos estos distintivos, el más destacado era la toga púrpura.
La elección del rey Una vez que el rey fallecía, Roma entraba en un periodo de interregnum. El Senado podía congregar y designar un interrex durante un corto periodo (normalmente, menos de un año) para poder mantener los auspicia sagrados mientras el trono estuviera vacante; en vez de nombrar un sólo interrex, el Senado nombraba varios que se sucedían en el tiempo hasta que se nombraba a un nuevo monarca. Cuando el interrex
designaba a un candidato para ostentar la diadema real, presentaba al
mismo ante el Senado, el cual examinaba al candidato y, si aprobaba su
candidatura, el interregno debía congregar a la Asamblea curiada y
servir como su presidente durante la elección del rey. Esta institución
pasó a la primera etapa de la República, cuando la monarquía fue abolida
con la expulsión de Tarquinio el Soberbio, y entraba en acción cuando
los cónsules morían durante el ejercicio de su cargo antes de poder
celebrar las elecciones consulares.
Una vez propuesto a la Asamblea curiada, el pueblo romano podía
aceptar o rechazar al candidato. Si aceptaba, el rey electo aún no podía
asumir el trono de forma inmediata, sino que debían sucederse otros dos
pasos más antes de ser investido con la autoridad y el poder reales. En
primer lugar, debía obtener la aquiescencia divina, siendo convocados
los dioses mediante los auspicios, ya que el rey había de ser el sumo
sacerdote de Roma. Esta ceremonia era dirigida por un augur,
quien conducía al rey electo hasta la ciudadela, donde el augur sentaba
al rey en un sitial de piedra, mientras el pueblo esperaba a sus pies.
Si era encontrado digno para el reinado, el augur anunciaba que los
dioses habían mostrado señales favorables, confirmando de esta forma el
carácter sagrado del rey.
El segundo paso que debía llevarse a cabo era la concesión del imperium
al nuevo rey. El anterior voto de la Asamblea curiada sólo había
determinado quién podía ser rey, y no era válido para otorgar los
poderes precisos del rey sobre el candidato electo. Por tanto, el mismo
rey proponía a la Asamblea curiada una ley (lex curiata de imperio) por la cual obtenía el imperium,
que era concedido al monarca mediante el voto favorable de la misma. La
razón para este doble voto de la Asamblea curiada no está muy clara. El
imperium sólo podía ser conferido a la persona que los dioses
habían hallado favorable, siendo por tanto necesario determinar primero
quién había de ser la persona que era capaz de obtener el imperium, y cuando los dioses se mostrasen favorables al candidato, habría de concedérsele el imperium mediante un voto especial.
En teoría, el pueblo romano era quien elegía a su líder, si bien el
Senado tenía casi todo el control sobre el proceso electoral.
Reyes de Roma
Rómulo (753-716 a. C.)
Rómulo no sólo fue el primer rey romano, sino también su fundador, junto a su gemelo Remo. En el año 753 a. C., ambos comenzaron a construir la ciudad junto al Monte Palatino,4 cuando, según la leyenda, Rómulo mató a Remo por haber atravesado sacrílegamente el pomerium.5
Tras la fundación de la urbe, Rómulo invitó a criminales, esclavos
huidos y exiliados para darles asilo en la nueva ciudad, llegando así a
poblar cinco de las siete colinas de Roma. Para conseguir esposas a sus
ciudadanos, Rómulo invitó a los sabinos a un festival, donde raptó a las mujeres sabinas y las llevó a Roma.6 Luego de la consiguiente guerra con los sabinos, Rómulo unió a los sabinos y a los romanos bajo el gobierno de una diarquía junto con el líder sabino Tito Tacio.7
Rómulo dividió a la población de Roma entre hombres fuertes y
aquellos no aptos para combatir. Los combatientes constituyeron las
primeras legiones romanas, mientras que el resto se convirtieron en los plebeyos de Roma, y de todos ellos, Rómulo seleccionó a 100 de los hombres de más alto linaje como senadores.8 Estos hombres fueron llamados Padres,
y sus descendientes serían los patricios, la nobleza romana. Tras la
unión entre romanos y sabinos, Rómulo agregó otros 100 hombres al
Senado.9
También, bajo el reinado de Rómulo, se estableció la institución de los augures como parte de la religión romana, así como la Comitia Curiata. Rómulo dividió a la gente de Roma en tres tribus: romanos (ramnes), sabinos (titios) y el resto (luceres). Cada tribu elegía a diez coviriae (curias, comunidad de varones), aportando además 100 caballeros y 10 centurias de infantes
cada una, conformando así la primera legión de 300 jinetes y
3000 infantes. Ocasionalmente podía convocarse una segunda legión en
caso de urgencia.9
Después de 36 años de reinado, Rómulo había librado numerosas guerras, extendiendo la influencia de Roma por todo el Lacio
y otras áreas circundantes. Pronto sería recordado como el primer gran
conquistador, así como uno de los hombres más devotos, de la historia de
Roma. Tras su muerte a los 54 años de edad, fue divinizado como el dios
de la guerra Quirino, honrado no sólo como uno de los tres dioses principales de Roma, sino también como la propia ciudad de Roma divinizada.10
Numa Pompilio (716-674 a. C.)
Tras la muerte de Rómulo, el reinado de la ciudad recayó sobre el sabino Numa Pompilio.
Si bien en un principio no deseaba aceptar la dignidad real, su padre
le convenció para que aceptara el cargo, para servir así a los dioses.11 Recordado por su sabiduría, su reinado estuvo marcado por la paz y la prosperidad.12
Numa reformó el calendario romano, ajustándolo para el año solar y lunar, añadiendo además los meses de enero y febrero hasta completar los doce meses del nuevo calendario.13 Instituyó numerosos rituales religiosos romanos, como el de los salii, designando además un flamen maioris como sacerdote supremo de Quirino, el flamen Quirinalis.
Organizó el territorio circundante de Roma en distritos, para una mejor
administración, y repartió las tierras conquistadas por Rómulo entre
los ciudadanos, a la vez que se le atribuye la primera organización de
la ciudad en gremios u oficios.14
Numa fue recordado como el más religioso de todos los reyes, por
encima incluso del propio Rómulo. Bajo su reinado se erigieron templos a
Vesta y Jano, se consagró un altar en el Capitolio al dios de las fronteras Terminus, y se organizaron los flamen, las vírgenes vestales de Roma y los pontífices, así como el Collegium Pontificum.15 La tradición cuenta que durante el gobierno de Numa un escudo de Júpiter
cayó desde el cielo, con el destino de Roma escrito en él. El rey
ordenó hacer once copias del mismo, que fueron reverenciadas como
sagradas por los romanos.16
Como hombre bondadoso y amante de la paz, Numa sembró ideas de piedad
y de justicia en la mentalidad romana. Durante su reinado, las puertas
del templo de Jano estuvieron siempre cerradas, como muestra de que no
había emprendido ninguna guerra a lo largo de su mandato.17 Tras 43 años de reinado, la muerte de Numa ocurrió de forma pacífica y natural.18
Tulio Hostilio (674-642 a. C.)
Hijo de Hersilia (que llegó a ser esposa de Rómulo) y Hostio Hostilio, Tulio Hostilio fue muy parecido a Rómulo en cuanto a su carácter guerrero,19 y completamente opuesto a Numa debido a su falta de atención hacia los dioses. Tulio fomentó varias guerras contra Alba Longa, Fidenas y Veyes,
de forma que Roma obtuvo así nuevos territorios y mayor poder. Fue
durante el reinado de Tulio cuando Alba Longa fue completamente
destruida, siendo toda su población esclavizada y enviada a Roma. De
esta forma, Roma se impuso a su ciudad materna como el poder hegemónico
del Lacio.20
Tanto deseaba Tulio nuevas guerras que incluso fomentó otro conflicto
contra los sabinos, de forma que puede decirse que fue durante su
reinado cuando el pueblo romano adquirió los deseos de nuevas conquistas
a costa de la paz. El rey sostuvo tantas guerras que descuidó la
atención a las divinidades, por lo cual, según sostiene la leyenda, una plaga se abatió sobre Roma, hallándose el propio rey entre los afectados. Cuando Tulio solicitó la ayuda de Júpiter, el dios respondió con un rayo que redujo a cenizas tanto al monarca como a su residencia.
A pesar de su naturaleza beligerante, Tulio Hostilio seleccionó a un tercer grupo de individuos que llegaron a pertenecer a la clase
patricial de Roma, elegidos de entre todos aquellos que habían llegado a
Roma buscando asilo y una nueva vida. También erigió un nuevo edificio
para albergar al Senado, la Curia, que existió durante cinco siglos tras la muerte del rey, cuyo reinado llegó a su fin tras 31 años de duración.21
Anco Marcio (642-617 a. C.)
Tras la misteriosa muerte de Tulio, los romanos eligieron al sabino Anco Marcio, un personaje pacífico y religioso, para que los gobernase como nuevo rey. Era nieto de Numa Pompilio
y, como su abuelo, apenas extendió los límites de Roma, luchando tan
sólo en defensa de los territorios romanos cuando fue preciso. Fue quien
construyó la primera prisión romana en la colina del Capitolio.
Durante su reinado se fortificó la colina Janícula, en la ribera
occidental del Tíber, para así brindar mayor protección a la ciudad por
ese flanco, construyéndose asimismo el primer puente sobre el río. Otras de las obras del rey fue la construcción del puerto romano de Ostia en la costa del Tirreno, así como las primeras factorías de salazón, aprovechando la ruta fluvial tradicional del comercio de sal (via salaria)
que abastecía a los ganaderos sabinos. El tamaño de la ciudad se
incrementó gracias a la diplomacia ejercida por Anco, que permitió la
unión pacífica de varias aldeas menores en alianza con Roma. Gracias a
este método, consiguió el control de los latinos, realojándolos en el
Aventino, y consolidando así la clase plebeya de Roma.
Tras 24 años de reinado murió posiblemente de muerte natural, como su
abuelo antes que él, siendo recordado como uno de los grandes pontífices de Roma. Fue el último de los reyes latino-sabinos de Roma.
Tarquinio Prisco (617-579 a. C.)
Tarquinio Prisco fue el quinto rey de Roma, y el primero de origen etrusco, presumiblemente de ascendencia corintia.
Tras emigrar a Roma, obtuvo el favor de Anco, quien lo adoptó como su
hijo. Al ascender al trono, libró varias guerras victoriosas contra
sabinos y etruscos, doblando así el tamaño de Roma y obteniendo grandes
tesoros para la ciudad.
Una de sus primeras reformas fue añadir 100 nuevos miembros al Senado
procedentes de las tribus etruscas conquistadas, por lo que el número
de senadores ascendió a un total de 300. También amplió el ejército,
duplicando el número de efectivos hasta 6000 infantes y 600 jinetes.22
Utilizó el gran botín obtenido en sus campañas militares para construir
grandes monumentos en Roma. Entre estas obras destaca el gran sistema
de alcantarillado de la ciudad, la Cloaca Máxima,
cuyo fin fue drenar las aguas de un pequeño arroyo del Tíber que solían
estancarse en los valles situados entre las colinas de Roma. En el
lugar de las antiguas marismas, Prisco inició la construcción del Foro Romano. Otra de las innovaciones del rey fue la creación de los Juegos Romanos.
El más célebre de sus proyectos de construcción fue el Circo Máximo,
un gran estadio que albergaba carreras de caballos, que es hasta la
fecha el mayor de todos los erigidos en el mundo. Prisco continuó el
Circo Máximo con la construcción de un templo-fortaleza sobre la colina
del Capitolio, consagrado al dios Júpiter. Desgraciadamente, fue asesinado tras 38 años de reinado por los hijos de su predecesor, Anco Marcio,
antes incluso de que el templo estuviera acabado. Su reinado es
recordado además por haber introducido los símbolos militares romanos y
los cargos civiles, así como por la celebración del primer triunfo.
Servio Tulio (579-535 a. C.)
Tras la muerte de Prisco, su yerno Servio Tulio
le sucedió en el trono, siendo el segundo rey de origen etrusco que
gobernaba Roma. Como su suegro anteriormente, Servio libró varias
guerras victoriosas contra los etruscos. Utilizó el botín obtenido en
sus campañas para erigirmurallas que cercaran las siete colinas romanas sobre el pomerium, las llamadas murallas servianas. También realizó cambios en la organización del ejército romano.
Alcanzó renombre por desarrollar una nueva constitución para los romanos, con mayor atención a las clases ciudadanas. Instituyó el primer censo de la historia, dividiendo a las gentes de Roma en cinco clases económicas, creando además la Asamblea centuriada.
Utilizó asimismo el censo para dividir la ciudad en cuatro tribus
urbanas, basadas en su ubicación espacial dentro de la ciudad,
estableciendo la Asamblea tribal. Su reinado también destacó por la edificación del templo de Diana en la colina del Aventino.
Las reformas de Servio supusieron un gran cambio en la vida romana:
el derecho a voto fue establecido con base en la riqueza económica, por
lo cual gran parte del poder político quedó reservado a las élites
romanas. Sin embargo, con el tiempo Servio favoreció gradualmente a las
clases más desfavorecidas, para obtener de esta forma un mayor apoyo de
entre los plebeyos, por lo cual su legislación puede definirse como
insatisfactoria para la clase patricial. El largo reinado de 44 años de
Servio Tulio finalizó con su asesinato en una conspiración urdida por su
propia hija Tulia y su marido Tarquinio, su sucesor en el trono.
Tarquinio el Soberbio (535-509 a. C.)
El séptimo y último rey de Roma fue Tarquinio el Soberbio.
Hijo de Prisco y yerno de Servio, Tarquinio también era de origen
etrusco. Fue durante su reinado cuando los etruscos alcanzaron la
cúspide de su poder. Tarquinio usó la violencia, el asesinato y el
terror para mantener el control sobre Roma como ningún rey anterior los
había utilizado, derogando incluso muchas reformas constitucionales que
habían establecido sus predecesores. Su mejor obra para Roma fue la
finalización del templo a Júpiter, iniciado por su padre Prisco.
Tarquinio abolió y destruyó todos los santuarios y altares
sabinos de la Roca Tarpeya, enfureciendo de esta forma al pueblo
romano. El punto crucial de su tiránico reinado sucedió cuando permitió
la violación de Lucrecia, una patricia romana, por parte de su propio hijo Sexto. Un pariente de Lucrecia y sobrino del rey, Lucio Junio Bruto (antepasado de Marco Junio Bruto), convocó al Senado, que decidió la expulsión de Tarquinio en el año 510 a. C. Tarquinio pudo haber recibido entonces la ayuda de Lars Porsena, quien no obstante ocupó Roma para su propio beneficio. Tarquinio huyó entonces a la ciudad de Túsculo y posteriormente a Cumas, donde moriría en el año 495 a. C.23 Esta expulsión supuso el fin de la influencia etrusca tanto en Roma como en el Lacio, y el establecimiento de una constitución republicana.24
Tras la expulsión de Tarquinio, el Senado decidió abolir la monarquía, convirtiendo a Roma en una república en el año 509 a. C. Lucio Junio Bruto y Lucio Tarquinio Colatino, sobrino de Tarquinio y viudo de Lucrecia, se convirtieron en los primeros cónsules
del nuevo gobierno de Roma, el que a la larga lograría la conquista de
casi todo el mundo mediterráneo, y que perduró durante casi quinientos
años hasta la ascensión de Julio César y César Augusto.
Cargos públicos tras la monarquía
Para sustituir el liderazgo de los reyes, se creó expresamente un nuevo cargo con el título de pretor (praetor, con el significado de "líder"), que en el año 305 a. C. fue cambiado a cónsul.
Inicialmente, el cónsul poseía todos los poderes que antaño pertenecían
al rey, compartidos con otro colega consular. Sus mandatos eran
anuales, y cada cónsul podía vetar las actuaciones o decisiones de su colega.
Posteriormente, los poderes de los cónsules fueron divididos,
añadiendo nuevas magistraturas que acapararon distintos poderes menores
de los originales del rey. Las primeras de ellas fueron las de pretor, que reunía las potestades judiciales de los cónsules, y la de censor, que poseía el poder de controlar el censo.
Nueve años después de la expulsión de Tarquinio el Soberbio, los romanos crearon la magistratura de dictador,
al cual se le otorgaba la autoridad completa sobre todos los asuntos
romanos, tanto civiles como militares, no existiendo apelación alguna
ante sus decisiones. Este poder era tan absoluto que los romanos sólo se
atrevían a designar un dictador en tiempos de extrema urgencia, y
siendo su mandato de tan sólo seis meses de duración.
Los poderes religiosos del rey fueron transferidos a dos nuevos cargos, el rex sacrorum y el pontifex maximus. El primero era el más alto cargo religioso de iure de la República, siendo su única tarea la de oficiar el sacrificio anual a Júpiter, un privilegio anteriormente reservado a la figura del monarca. Sin embargo, el pontifex maximus (o "máximo responsable del puente sobre el río Tíber") era el cargo religioso más importante de facto, y quien poseía la mayor parte de la autoridad religiosa del rey. Tenía el poder de convocar a todas las vírgenes vestales, flamines, pontífices e incluso al rex sacrorum. Este último cargo desaparecería finalmente a principios del siglo I a. C., recayendo sus escasas competencias en la figura del pontifex maximus.
La vuelta al sistema monárquico
Con la ascensión al poder de Julio César y su hijo adoptivo César Augusto se asiste a la paulatina restauración del poder real. Julio César fue elegido pontifex maximus y dictador vitalicio, lo que en la práctica le confería mayores poderes que los antiguos reyes. También usaba calzado rojo, y Marco Antonio llegó a ofrecerle una diadema públicamente, aunque la rechazó con vehemencia.
Julio César fue asesinado en los idus de marzo del 44 a. C. Durante el periodo entre el 28 y el 12 a. C., Augusto obtuvo los poderes tribunicios, junto a los cargos de pontifex maximus y princeps senatus, convirtiéndose en un monarca de facto. Éste fue el inicio del Principado, aunque las instituciones de la República continuaron existiendo como tales hasta el Dominado. Incluso en la era bizantina, el Emperador compartía el título de cónsul con otro cónsul.
República romana
La República romana (en latín RES PVBLICA POPVLI ROMANI)
fue un periodo de la historia de Roma caracterizado por el régimen
republicano como forma de gobierno, que se extiende desde el 509 a. C., cuando se puso fin a la Monarquía Romana con la expulsión del último rey, Lucio Tarquinio el Soberbio, hasta el 27 a. C., fecha en que tuvo su inicio el Imperio Romano. La República Romana consolidó su poder en el centro de Italia durante el siglo V a. C. y en los siglos IV y III a. C. se impuso como potencia dominante de la península Itálica sometiendo a los demás pueblos de la región y enfrentándose a las polis griegas del sur.
En la segunda mitad del siglo III a. C. proyectó su poder fuera de
Italia, lo que la llevó a una serie de enfrentamientos con las otras
grandes potencias del Mediterráneo, en los que derrotó a Cartago y Macedonia, anexionándose sus territorios.
En los años siguientes, siendo ya la mayor potencia del Mediterráneo se expandió su poder sobre las polis griegas; el reino de Pérgamo fue incorporado a la República y en el siglo I a. C. conquistó las costas de Oriente Próximo, entonces en poder del Imperio seléucida y piratas. Durante el periodo que abarca el final del siglo II a. C. y el siglo I a. C.,
Roma experimentó grandes cambios políticos, provocados por una crisis
consecuencia de un sistema acostumbrado a dirigir sólo a los romanos y
no adecuado para controlar un gran imperio. En este tiempo se
intensificó la competencia por las magistraturas entre la aristocracia
romana, creando irreconciliables fracturas políticas que sacudirían a
la República con tres grandes guerras civiles; estas guerras terminarían
destruyendo la República, y desembocando en una nueva etapa de la historia de Roma: el Imperio romano. Aparte, la republica es la parte mas productiva de roma
República temprana
Antes de la llegada de la República, Roma era una monarquía de carácter electivo. El séptimo y último rey de Roma, Tarquinio el Soberbio,
utilizó la violencia, el asesinato y el terror para mantener el control
sobre Roma como ningún rey anterior los había utilizado, derogando
incluso muchas reformas constitucionales que habían establecido sus
predecesores.
Tarquinio abolió y destruyó todos los santuarios y altares sabinos de la Roca Tarpeya, enfureciendo de esta forma al pueblo romano. El punto crucial de su tiránico reinado sucedió cuando permitió que su hijo, Sexto, violara a Lucrecia, una patricia romana. Un pariente de Lucrecia, Lucio Junio Bruto, convocó al Senado, que decidió la expulsión de Tarquinio en el año 510 a. C.
Inmediatamente después de la expulsión del monarca se creó un Senado
permanente que decidió abolir la monarquía convirtiendo a Roma en una república en el año 509 a. C. Roma se dotó con un nuevo sistema de gobierno designado para sustituir el liderazgo de los reyes. Se creó el nuevo cargo de Cónsul,
asignado expresamente a dos senadores. Inicialmente, los cónsules
poseían todos los poderes que antaño tenía el rey, pero compartidos con
otro colega consular. Sus mandatos eran anuales, y cada cónsul podía
vetar las actuaciones o decisiones de su colega.
Posteriormente los poderes de los cónsules fueron divididos,
añadiendo nuevas magistraturas que acapararon distintos poderes, menores
a los que originalmente poseía el monarca. Las primeras de estas nuevas
magistraturas fueron las de pretor, que reunía las potestades judiciales de los cónsules, y la de censor, que poseía el poder de controlar el censo. Lucio Junio Bruto y Lucio Tarquinio Colatino, sobrino de Tarquinio y viudo de Lucrecia, se convirtieron en los primeros cónsules del nuevo gobierno de Roma.
El primer acto de Bruto como cónsul fue obligar a Colatino a
renunciar bajo el pretexto de que era un Tarquinio y que Roma no sería
libre hasta que todos los miembros de esta familia dejaran la ciudad.
Colatino se vio presionado y se mudó al pueblo latino de Lanuvium. Posteriormente, el Senado decretó que todos los Tarquinios debían ser exiliados y el pueblo eligió como nuevo cónsul a Publius Valerius,
amigo de Bruto. Aparentemente, nadie tomó medidas contra Bruto a pesar
de que éste era pariente más cercano a Tarquinos que el exiliado
Colatino, aunque no portaba el nombre Tarquinio.
La fecha tradicional del nacimiento de la República se produce durante el año 509 a. C.,2 después de derrocar y expulsar al monarca de Roma y año de consagración del templo de la Tríada Capitolina. Después de que el poder de los etruscos se debilitara, los primeros siglos de la República vieron la progresiva conquista de la Italia peninsular por parte de Roma. El instrumento de la conquista, la legión,
estaba compuesta por ciudadanos, reclutados en tiempos de guerra. A
medida que avanzó en su conquista, Roma utilizó los contingentes de las
ciudades dominadas y aliadas como tropas auxiliares. Tras las Guerras Latinas, que otorgaron a la República de Roma el control de todo el territorio del Lacio, los samnitas se opusieron al creciente poder de Roma y se enfrentaron a ella en tres conflictos conocidos como las Guerras Samnitas, documentadas por Tito Livio.
Roma venció sucesivamente a los pueblos del Lacio, a los etruscos, a los galos, que se habían instalado en la llanura del Po, a los samnitas y las ciudades del sur de Italia, que pese a la intervención del rey de Epiro, Pirro, fueron conquistadas por Roma entre los años 280 y 275 a. C.
República Romana media
A partir de mediados del siglo III a. C., Roma, que ya dominaba toda la Italia peninsular, inició una larguísima serie de guerras que la llevaron a dominar el mundo mediterráneo. Las Guerras Púnicas marcaron la primera etapa de esta expansión. La ciudad de Cartago, situada en la costa norteafricana, había creado un imperio marítimo que dominaba todo el Mediterráneo occidental, con colonias en Hispania, Baleares y Sicilia, de donde llegó a expulsar a los griegos.
En 264 a. C., Roma decidió ocupar las colonias cartaginesas en Sicilia. Para ello construyó una flota de guerra y tras años de batallas de distinto signo, en 241 a. C. Cartago tuvo que capitular. Roma, tras apoderarse de Sicilia, aprovechó el debilitamiento de su enemigo para ocupar Córcega y Cerdeña, y para penetrar en la Galia Cisalpina. La Segunda Guerra Púnica (218–201 a. C.) se desarrolló en Hispania, Italia, y finalmente en África. La difícil victoria final de Roma supuso la ocupación de Hispania, con sus ricos yacimientos argentíferos. Finalmente, Cartago fue derrotada totalmente, primero política (201 a. C.) y más tarde materialmente (146 a. C.). Su población fue exterminada o esclavizada y su territorio pasó a convertirse en la provincia romana de África.
En el Mediterráneo oriental, Roma se enfrentó sucesivamente a los monarcas de los estados helenos surgidos del imperio de Alejandro Magno: a los reyes macedonios Filipo V en el año 197 a. C. y Perseo en el 168 a. C. en las Guerras Macedónicas, y a Antíoco III de Siria en el año 189 a. C. en la Guerra Romano-Siria. Macedonia, Acaya y Epiro se convirtieron en provincias romanas en el año 146 a. C. Átalo III de Pérgamo legó su reino a Roma en el año 133 a. C., una parte del cual se convirtió en la provincia romana de Asia.
Roma consolidó su dominio de la cuenca occidental del Mediterráneo
con el establecimiento de numerosas colonias en la Galia Cisalpina, la
definitiva conquista de Hispania (toma de Numancia, 133 a. C.) y la ocupación de la Galia del sur, que, convertida en la provincia Narbonense, permitió la unión terrestre de Hispania con Roma por la vía Domitia.
Estas conquistas comportaron una verdadera revolución económica. El
botín, las indemnizaciones de guerra y los tributos pagados por las
provincias, enriquecieron al estado y a los particulares. Los miembros
de la clase senatorial acapararon las tierras que el estado se había
reservado en las conquistas, el ager publicus, y los caballeros administraron la explotación de los bienes públicos -por eso su nombre de publicanos- en la que se entregaron a la especulación.
Pero las conquistas trastocaron también el frágil equilibrio social de la República: los esclavos, cada vez más numerosos, se rebelaron encabezados por Espartaco (73–74 a. C.),
muchos pequeños campesinos italianos, arruinados, aumentaron la plebe
urbana de Roma, cada vez más susceptible de manipulación demagógica, los
habitantes de los territorios ocupados estaban descontentos por la
explotación a la que estaban sometidos por sus gobernantes y los
italianos deseaban la igualdad con los romanos.
Las instituciones creadas para administrar una ciudad no servían para
el nuevo gran imperio. Al mismo tiempo, el gusto por el lujo se
introdujo en las costumbres a pesar de las leyes suntuarias y el arte y la literatura se transformaron influenciados por el arte oriental, sobre todo por el arte helenístico.
La República Romana tardía (147 a. C. – 27 a. C.)
La inestabilidad social debida a los cambios en la estructura social
de la República se tradujo en una época de guerras civiles que
desembocaron en el fin del propio sistema político y en el Principado. Tanto Tiberio como Cayo Sempronio Graco
intentaron reconstruir en vano una clase media de campesinos. La plebe
de Roma apoyó a varios personajes que obtuvieron una posición
privilegiada por la fuerza; como Mario, que reformó el ejército, o Sila
que, tras la guerra contra los aliados italianos que se habían
rebelado, otorgó a todos los italianos la ciudadanía romana y restauró
durante un tiempo la autoridad del Senado.
Tras la rebelión de Sertorio en Hispania y los intentos de conjura de Catilina, lo que supuso el principio del fin de la República fue sin embargo el Primer Triunvirato, formado en el año 60 a. C. y renovado en el 55 a. C. por Julio César, Pompeyo y Craso. En cuanto a la historia militar y las conquistas, durante el siglo I a. C., Roma realizó nuevas conquistas, emprendidas por una serie de generales ambiciosos: Mario venció en la Guerra de Yugurta (105 a. C.) y rechazó a los teutones cerca de Aix-en-Provence y a los cimbrios en Vercelli (101 a. C.); Sila venció a Mitrídates, rey del Ponto, y reconquistó Grecia y Asia (88–85 a. C.); Pompeyo conquistó Siria (64 a. C.) y Judea (63 a. C.), y César conquistó la Galia (58–51 a. C.). Tras la victoria de Octaviano sobre Marco Antonio y el reino helenístico de Egipto, la República se anexionó de facto las ricas tierras de Egipto.
Sin embargo, la nueva posesión no fue incluida dentro del sistema
regular de gobierno de las provincias, ya que fue convertida en una
propiedad personal del emperador, y como tal, legable a sus sucesores.
En el año 27 a. C. se estableció una ficción de normalidad política en Roma y el Senado otorgó a Octaviano el título de Imperator Caesar Augustus.
Octaviano aseguró su poder manteniendo un frágil equilibrio entre la
apariencia republicana y la realidad de una monarquía dinástica con
aspecto constitucional —lo que es conocido como el Principado— en cuanto que compartía sus funciones con el Senado, pero de hecho el poder del princeps
era completo. Formalmente nunca aceptó el poder absoluto aunque de
hecho lo ejerció, asegurando su poder con varios puestos importantes de
la República y manteniendo el mando sobre varias legiones.
La sociedad republicana
La nueva aristocracia romana estaba formada por la antigua aristocracia patricia y los nuevos ciudadanos ricos, en oposición a la mayoría de los plebeyos y a algunos patricios empobrecidos.
Aunque en su origen los plebeyos estaban bajo el dominio de los patricios, tras la caída de la monarquía, éstos obtuvieron mejoras de forma progresiva. Se creo el cargo de tribuno de la plebe y la plebe urbana, élite que se había enriquecido con el comercio, arrebató a los patricios el acceso a las magistraturas y al cargo de Máximo Pontífice y augures. Las reuniones de la plebe, los concilia plebis, fueron el origen de los comicios tribunados, válidos para legislar por plebiscitos.
En el siglo III a. C. disminuyeron las diferencias entre los patricios y jefes de los plebeyos, y se agruparon en una aristocracia dirigente, la nobilitas.
Con la rápida reducción del efectivo de los patricios, el término plebe
tendió desde entonces a designar a las masas populares.
Los esclavos
eran considerados como un instrumento económico que podía ser vendido y
comprado y que se hallaba bajo la dependencia de un dueño. Procedían
mayoritariamente de pueblos sometidos por la República y, durante el siglo I a. C., se convirtieron en el estrato social más numeroso de Roma; siglo en el que protagonizaron las Guerras Serviles.
Organización social y forma de gobierno
Tras las caída de la monarquía se instauró en Roma la República (Res publica, es decir, 'la cosa publica'), un régimen aristocrático dirigido por unas cuarenta gens; los patricios,
los descendientes de las familias más antiguas de Roma ostentaron el
poder. Las principales instituciones del nuevo régimen fueron el Senado, las magistraturas y los Comicios.
El Senado era uno de los pilares de la República, siendo el órgano político que exigía responsabilidades a los cónsules. Originalmente el Senado estaba constituido sólo por patricios, pero a partir de la Lex Ovinia del año 312 a. C., se permitió que los plebeyos pudieran formar parte del mismo. La auctoritas del Senado daba validez a los acuerdos tomados en las asambleas populares. El Senado también resolvía los casos de interregnum, situación que acontecía cuando moría uno de los cónsules.
La Magistratura era un cargo original de la República. La jefatura que ostentaba el rex o monarca fue sustituida por dos magistrados colegiados y temporales llamados cónsules
a los que se le podía exigir responsabilidad por su tarea de gobierno.
Cada magistrado podía vetar al otro, lo que se conocía como intercessio.
También durante la República se crearon las asambleas populares, llamadas Comitia Centuriata.
Nacieron por necesidades militares, en íntima conexión con la expansión
de la ciudad y con la llegada a Roma de un nuevo concepto de táctica
militar. Mientras que en la época monárquica, el ejército estaba
integrado por miembros de las gens, en la República el ejército pasó a ser un sistema plutocrático,
dependiente de la riqueza de cada sujeto. Al principio sólo se estimaba
la riqueza inmobiliaria, pero posteriormente se tuvo en cuenta la
mobiliaria.
Véanse también: Gobierno de Roma Antigua y Magistratura romana.
Historia social
En la historia de la República Romana cabe distinguir tres etapas. En la primera de ellas, en el siglo V a. C., el poder era ejercido por los patricios, siendo conocido como el Estado Gentilicio. Bajo este tipo de gobierno la plebe quedaba excluida del gobierno y carecía de derechos políticos.
Así, en la primera etapa de la República no todos los ciudadanos tenían
igualdad de derechos y deberes. El grupo aristocrático que arrebató el
poder al rex —monarca— organizó el nuevo sistema en beneficio
propio, abundando en esta época las luchas entre los propios patricios
por el poder personal. Este confuso período dio origen a la implantación
de la Dictadura
y los distintos jefes militares trataron de alcanzar el poder
apoyándose unas veces en la plebe y, otras, en la fuerza de las armas o
en la invasión de Roma por pueblos enemigos. Otras veces, la pugna por
el poder se efectuaría mediante la prórroga de los cargos políticos
excepcionales — los decemviros, encargados de redactar la Ley de las XII Tablas o Lex duodecim tabularum.
Este tipo de gobierno fue la causa de una lucha de los plebeyos para conseguir derechos políticos y que duró hasta finales del siglo IV a. C.,
ya que los magistrados, cónsules y senadores, todos ellos patricios, no
estaban dispuestos a conceder, y a su vez, las nuevas asambleas, los
comicios centuriados, estaban dominadas por los terratenientes ricos,
también de origen patricio.
Para obtener una igualdad con los patricios, los plebeyos se retiraron al Aventino y lograron que en el año 494 a. C. se creara el cargo de Tribuno de la plebe,
en número de dos y que tenían como misión la defensa de los plebeyos.
Progresivamente, los plebeyos tuvieron acceso a todas las magistraturas.
La igualdad de todos ante la ley fue codificada por la ley de las Doce
tablas a mediados del siglo V a. C.
La segunda etapa de la República abarca del siglo III al II a. C.
Hacia mediados del siglo III a. C. la actividad política seguía
teniendo como marco la ciudad de Roma y sus alrededores, y sólo los ciudadanos romanos
gozaban de todos los derechos políticos. Roma organizó el territorio
italiano alrededor de las ciudades, estableciendo mediante tratados el
estatus de cada una de ellas: colonias romanas, municipios, colonias de derecho latino y ciudades aliadas, en función de la resistencia ofrecida a su conquista.
Tras las luchas entre patricios y plebeyos, las concilia plebis se confundieron con los comicios tribunados, abiertos a los patricios; estos emitían los plebiscitos
aplicables como leyes a todos los ciudadanos, elegían a los tribunos de
la plebe y a los magistrados inferiores. Estas reuniones estaban
controladas por los ciudadanos con poder económico; el poder se
encontraba en manos de la nobleza o nobilitas — nueva clase política aparecida en el siglo III a. C. y constituida por ricos patricios y plebeyos.
Las magistraturas, jerarquizadas en el cursus honorum, eran igualmente colegiales y anuales. En la base de la escala se encontraban los cuestores, seguidos en orden ascendente por los ediles. Los pretores podían mandar ejércitos y ayudar a los dos cónsules, que presentaban las leyes a los comicios y eran comandantes en jefe.
Cada cinco años se elegían dos censores para preparar el censo de los ciudadanos. En caso de gran peligro, se podía designar un dictador por un plazo de seis meses, que ostentaba con todos los poderes. Un poco al margen del cursus,
los diez tribunos de la plebe extendían sus poderes a todos los
ciudadanos y presidían los comicios tribunos, a los que presentaban los
proyectos.
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